sábado, 25 de julio de 2015

Los gallos de María Cristina


María Cristina Achicué es una de las inventoras del pueblo nasa. En su caso, como conservadora de animales de razas criollas, participó de la primera campaña de inventos para el wët wët fxi'zenxi. Un sábado emprendimos el camino a su casa, en una vereda cercana a Toribío. Por aquí les contamos cómo nos fue.



A pesar un malestar, María Cristina nos mostró su casa-parcela-jardín, huerto.

















Nos acompañó una mañana resplandeciente y una comunidad que se desplazaba a comercializar sus productos en la plaza de mercado del pueblo. Llegamos a la casa de María Cristina a conocer su experiencia, la conservación de razas criollas, pollos y pollas, y las plantas de jardín. Lastimosamente María Cristina no se encontraba bien de salud pero el malestar no la venció y comenzó a exponer su trabajo.

Empezó por mostrarnos sus flores. La primera flor que nos mostró fue la de su sonrisa, hay que decirlo. Luego, los 10 pensamientos. Así se llama la flor de color morado y rojo que florece en su jardín, una flor que mucha gente quiere tener ya que emana buenas energías y atrae las cosas buenas, porque las cosas que se piensan y se hacen, se dan gracias a los 10 pensamientos. Así como los pensamientos, había en su jardín gran variedad de flores cada una con su función y por supuesto con un olor y un color diferente: margaritas, geranios, azucenas, orquídeas, gladiolos, rosas, claveles... Si miramos a María, las flores no le sirven solo para adornar su casa y darle brillo a sus ojos, sino que también la protegen y le ayudan a que los sueños se hagan realidad. Por eso es que existe este lugar al que vamos entrando ahora. Como ven, todo tiene su explicación.


Las flores son guardianas de los sueños.

























Con los mismos ojos de asombro procedimos a observar la experiencia de la cría de pollos en sus diferentes razas: blancos, negros, grillos, colorados, chirapos, grandes, redondos, con copetes, sin copete. En fin, pollos de todas las clases y colores. Solo falta una variedad de gallo que ha sido visto en Huellas, Caloto: el gallo pato. Es un gallo que tiene todas sus partes de gallo pero tiene las patas de pato, con tela entre los dedos. Y ni hablar de otras variedades de gallos que han sido vistos en Huellas, porque se nos van muchas hojas. Lo único que se les adelanta es que son muy sabrosos, en sancocho, claro.

Volvamos a lo que nos ocupa y dejemos los gallos de Huellas quietos.

Para la cría de los pollos, María Cristina hace una serie de labores que permiten que el invento funcione de maravilla. En las tardes sale por las casas y las tiendas -o ventas- de su vereda a recoger tarros plásticos. Unos los utiliza para sembrar sus flores y otros como recipientes para alimentar los pollos. El maíz -molido- de los pollos pequeños se lo echa en pequeños corrales de estacas, con espacios pequeños entre ellas, para que los pollos grandes no puedan pasar. Mientras los pequeños comen los grandes miran con ganas desde afuera. Pero ni modo, que aguanten hasta que les llegue el turno.


El habitual pánico escénico en uno de los pollos de María Cristina.























Observamos, además, que María descompone las basuras de los productos de pancoger con lombrices californianas para elaborar abono que después utiliza para sus flores y demás productos cultivados en su parcela: yuca, banano, arracacha maíz, caña morada, zapallo, fríjol, en fin, cultivos que le ayudan para la alimentación de la familia.

Es admirable el trabajo de la inventora María y su forma de contribuir al buen vivir. Su parcela es de un tamaño gigantesco: 7 metros de ancho por 15 metros de largo. Ajá, así como se lee: 7 metros por 15 metros. Nada comparable con las fincas del empresario Ardila Lule, que tiene muchísima tierra, menos en las uñas. Que no venga a decir uribito (claro, con minúscula) que los indios de Colombia tienen mucha tierra. Mucha tierra tiene el papá de él y habida del mismo modo que las haciendas que hoy libera Corinto: despojadas de sus legítimos dueños.

Mucha gente llega a la casa de María Cristina en busca de pollos y de flores: para comprar o para hacer trueque. El trabajo lo hace en compañía de su hijo, cuando llega de la escuela, y algún admirador anónimo que llega con ganas de gallo. Y sí, de vez en cuando se gana su recompensa: un suculento sancocho.


El zapallo crece en el pequeño espacio aprovechado al máximo por María.























Por si fuera poco, la parcela de María Cristina está ubicada en una pendiente: en este lote hay que fijarse dónde pisas porque, sin exagerar, los cultivos están como se dice uno encima del otro. Si María lograra tener un lote más grande de tierra seguramente podría enseñarnos más de lo que es el buen vivir. Se merece un lotecito en las fincas que estamos liberando de Incauca (multinacional), proporcional a la grandeza de su alma y de su obra.

Los pollos piaron todo el tiempo y los gallos cantaron con su voz tartamuda. Las flores mostraron todo su encanto. Vimos, oímos, olimos, admiramos. Un gran invento. Pero, señoras y señores, el alma de María Cristina es el gran invento que Uma Kiwe nos ha regalado este día. Pay, gracias.



Las lombrices que ayudan para el abono. Todo en minga.
Más maticas para el jardín. 

Y más pollos. María Cristina hace trueque todo el tiempo con productos que no alcanza a cultivar en su lotecito.

jueves, 12 de febrero de 2015

Remedios en la floresta



Remedios en la floresta

Un buen vivir está principalmente en la salud y para ello juega un papel muy importante el cómo nos cuidamos. En busca del wët wët fxi'zenxi (buen vivir) para nuestras comunidades visitamos a la señora Cristina Poto Mestizo en la vereda El Flayó, resguardo indígena de San Francisco, municipio de Toribío, quien tiene una farmacia nasa en medio de la huerta y la floresta. Con solo visitar este lugar empieza la curación.


Cristina y su compañero en la huerta. Felipe es el inventor de las velas de higuerilla.





















A las 9:40 de la mañana de un viernes llegamos a la casa de Cristina, quien en compañía de su esposo, el también inventor Felipe Júlicue, nos recibió muy amablemente y dándonos la bienvenida nos brindó su confianza. Una vez allí empezó a hablar de los dolores y los males que le dan al cuerpo en momentos de enfermedad y nos dejó conocer para qué sirve cada planta. La mayora Cristina había alistado un recipiente con cierta cantidad de plantas para así facilitar la explicación.

Comenzó a describir, Felipe nos fue traduciendo:

¿Sufre de fríos? Aquí está el nacedero, la yerba blanca, y la salvia.

Para quienes sufren de insomnio: la yerba buena blanca, el cidrón y el perejil. ¿Sirve para los enguayabados? No, ese es otro caso.




























El manzanillo sirve para el sereno de lus bebés. Esta enfermedad consiste en un daño de estómago verdoso y con moco que le da a lus bebés cuando reciben el sereno o se les pone ropa serenada.

¿Y si me sale un nacido? El tachuelo sirve para nacidos o chupos (granos con pus).

La espuma sirve para las lastimaduras.

Cof, cof, cof. La mora silvestre, el limoncillo, el mango, el eucalipto, el saúco y el orozuz sirven para la tos, jovencito.

¿Y para el mal de amores, mayora?

Vamos a ver las maticas.

Nos dirigimos a ver el lugar de donde obtenía las medicinas y nos dimos cuenta de que la mayor parte de estas plantas para muchos de nosotros son monte o maleza y para Cristina son la solución a nuestras dificultades de salud. Estamos botando la carne para comer cuero.

La farmacia de Cristina no está ubicada en un pequeño encierro, está regada a lo largo y ancho de su parcela. A la escuela nunca fue, lo que llaman escuela oficial, pero se educó leyendo la naturaleza, el cosmos, para qué más. Cuando era niña, su abuela le enseñó el secreto de las plantas desde los siete años. Su papá, que fue thë' wala (sabio) también le compartió la sabiduría de Uma kiwe (madre tierra).



























Cuando tuvo su primera hija, a la edad de 24 años, pensó que era necesario tener alimentos sanos y medicamentos a la mano. Así empezó a cultivar su farmacia, sembrando unas plantas y dejando que las otras se dieran de manera silvestre.

Para no alargar el cuento, una parte del sistema indígena de salud propia e intercultural (sispi) del que se viene hablando en nuestro tejido de salud, la tenemos como maleza en nuestro territorio pero lastimosamente como que lo estamos entendiendo por otro lado, reflexiona Cristina, traducida por su amor, el inventor de las velas de higuerilla, Felipe Júlicue.

Fueron muchas las reflexiones y las recomendaciones que nos hicieron estos maestros, quienes más claro tienen lo que es el wët wët fxi'zenxi. “Si queremos hablar de autonomía debemos empezar por la casa, no al contrario”, fueron las palabras de la mayora Cristina Poto Mestizo, participante de la campaña de inventos, una luz hacia el wët wët fxi'zenxi.


Nos señaló unos periquitos o loritos, que en otras partes llaman chocoyitos, que pasaban haciendo escándalo. En ese lugar, con la alegría de los periquitos, la sabiduría de Cristina y con sus plantas -incluso antes de empezar a tomarlas- se diluye cualquier mal.



La farmacia de Cristina está regada a lo largo de la huerta y del bosque de los alrededores. 

martes, 16 de diciembre de 2014

La madre de la creatividad

El buen vivir avanza cada día por medio de la campaña de inventos.  Hace poco visitamos al señor Libardo Ul, en la verdad de El Credo, resguardo indígena Huellas – Caloto, quien ha compartido con nosotros su experiencia de creación llamada “la moto despulpadora”.

Una mañana fría, cubierta por neblina y acompañada de lluvia. Una vez llegamos, el inventor nos dio la bienvenida sintiéndose sorprendido por la visita, manifestando que había olvidado la fecha. De todos modos ya estábamos allí.



















Nos dirigimos a ver el invento que estaba más o menos a un kilómetro de distancia de su casa, encontrándonos con una despulpadora de las antiguas que además se notaba desgastada, pero era la que él utilizaba para moler el café. No pudimos ver la motocicleta porque lastimosamente se la habían robado en unas festividades a su propietario, cómo no, el compañero Libardo. En todo caso buscamos una para el ensayo.



Este plátano necesita una manito ¿cierto?














En donde va la polea (la parte que hace girar el cilindro y así despulpar), el inventor ha adaptado una catalina de motocicleta, o piñón grande. Lo que se hace es bajar la llanta trasera de la moto, abrir la cadena de la moto (quitándole el pin) y añadirle otro pedazo de cadena con el fin de que quede más larga y pueda alcanzar la catalina que está adaptada a la despulpadora. Así la despulpadora quedará un poco alejada de la moto y no habrá ningún inconveniente al momento de despulpar.

Una vez que la cadena calce bien en la catalina de la despulpadora y en el piñón de arrastre de la moto, se procede a unir nuevamente la cadena insertando el pin para así empezar a trabajar. Luego se enciende la motocicleta y se le gradúa el cambio de marcha y se acelera desde el tornillo del mínimo; el mecanismo entra en funcionamiento y lógicamente la despulpadora empieza a trabajar. Si se quiere aumentar la velocidad se gradúan los cambios de la motocicleta y se deja un poco acelerada para que ella trabaje sola. El oficio de uno es solo echar el café en la tolva y prepararse a apañar el grano por los chorros de la máquina.

Es mucha la cantidad que se puede moler en solo unos minutos. En hora y media se puede moler hasta 18 bultos de café, imagínense lo que se puede moler en un día. La idea se le ocurrió a Libardo cuando su mamá le dijo que tal día tendría el turno de despulpar. No durmió la noche anterior. Tendré que moler por lo menos tres días, pensaba. La solución podría venir desde hace unos 7000 años, quién iba a creer. Como en ese tiempo tenía su moto se le ocurrió que de algo le podía servir.



La mirada maliciosa del inventor.




















Pensó toda la mañana. Se fue al sitio de trabajo y vio los 18 bultos que le sonreían. La pereza le picó la curiosidad y lo obligó a moverse. Ahí fue que encontró la solución de la moto. En dos horas quedó desocupado y el inventó fue la admiración de los trabajadores que no almorzaban por ver una moto moliendo café.

Pocos días después había fiestas en El Tierrero, cerca de El Credo. A un señor le bailaban las paticas antes de la parranda y tenía 11 bultos por despulpar. ¿Y ahora quién podrá ayudarme? Buscó a Libardo, quien pidió al hijo del parrandero que le prestara la moto. Armaron el mecanismo y después de un rato el trabajo estaba hecho. El café al tanque y el dueño al baile.


Bien dicen que la pereza es la madre de la creatividad. Y así es. La rueda la inventaron hace unos 7000 años para los trabajos de alfarería. Dicen. Y claro, cansados de que el peso les moliera los hombros a los macancanes que salían a los trabajos rudos, empezó el asunto de volverla medio de carga. Parece que los chinos ya la usaban hace cuatro mil años en pequeños carros. Y ahora, en esto que llaman siglo XXI, mucho es lo que depende de la rueda. Para ahorrar tiempo en la despulpada, para alcahuetear la pereza y hasta para ir a la fiestas de El Tierrero, sobre ruedas.


Finalmente la máquina funciona. La despulpada rinde que da gusto ver salir chorros de café.

sábado, 15 de noviembre de 2014

La ralladora de achira


Fue un sábado de septiembre de 2014 que visitamos el invento de Lorenzo Pechené, la ralladora de achira. Su casa está ubicada en Loma Gorda, municipio y resguardo de Jámbalo, tierra del viejo maestro Francisco Dagua, quien ya recorre otras dimensiones del territorio. Aún así sigue siendo el territorio. Y sigue siendo Francisco. Dagua.


Lorenzo en su casa con su invento. Pura pinta de jambalueño, ¿cierto?

La achira es una planta de origen suramericano con rizomas que se usan para producir almidón. La palabra achira, dice la Wiki, viene de la palabra quechua "achuy" que signfica estornudo y por eso hace referencia a lo que hay entre la boca, lo que sale de la boca: el cuento, el relato, la historia, la transmisión oral del saber. Así lo hizo Lorenzo, nos transmitió su palabra oral, que ahora la contamos en forma de garabatos conservando lo oral, o tratando.

A eso  de las 9.30 de la mañana arribamos a Loma Gorda, al kilometro 8, según nos indicó Lorenzo, con el acompañamiento de la guardia indígena del resguardo de Huellas y el equipo de la Campaña de inventos.  Así  ubicamos la casa. Lorenzo Pechené no se encontraba pero nos invitaron a pasar y lo esperamos. A los 20 minutos llego el señor Lorenzo, nos dio la bienvenida y pues le contamos el motivo de la visita y así procedimos a ver el invento de la ralladora de achira.

Nos desplazamos de su casa como unos 100 metros hacia arriba y llegamos a su invento: una ralladora de achira empotrada en el piso, en un alto con una bella vista de Loma Gorda. La ralladora parece una despulpadora, su tolva es totalmente de madera y lo que hace girar el sistema es un motor de un caballo de fuerza comprado en el comercio. Pero lo que muele o ralla es un cilindro metálico de lámina, que él mismo había perforado con un taladro para hacer la superficie cortante o rallante.

Al principio Lorenzo vendía la achira entera. Pero el comercio la quería rallada y lista para su procesamiento para hacer panes, pasteles, bizcochuelos etc. Lorenzo se las ingenió para solucionar este problema, un problema que derrotó a los demás productores de achira pero menos a Lorenzo.

En medio de esta situación, quebraba cabeza Lorenzo día y noche en todas partes, hasta en la cocina. Un día se le iluminó la mente al ver cómo su esposa rallaba la zanahoria, la cebolla y el tomate, y dijo “voy a hacer lo mismo” y así fue. Hizo una ralladora plana y rallaba a mano. Pero no le funciono porque se cortaba las manos y además no rendía y salía muy cansado.  Fue así como pensamiento tras pensamiento le surgió la idea de inventar la ralladora de achira, no plana como la de la cocina, sino con un cilindro que diera vueltas jalado por un motor.



El motor es de un jiba de fuerza. 
Teecx jiba cxacxa
Un caballo de fuerza
One horse power.













Una vez que se machuca el botón ON el motor inicia las maromas sobre su eje. El magnetismo es una cosa jodida, la fuerza secreta de los motores y de los astros del Universo. Cuatro bobinas, digamos Lupe, Mary, Ruca y Rosa, dentro de una carcaza jalan un enamoradizo rotor que gira sobre su propio eje dentro de ella. Por las ganas de llegar a Lupe inicia una carrera en redondo; cuando llega donde Lupe ya Mary lo espera con una sonrisa, se lanza en carrera hacia Mary y al llegar a su lado ve en la próxima curva a Ruca con toda la muela pelada; no ha llegado a su presencia cuando nota que Rosa le hace señas con las cejas y sigue su camino hasta retornar donde Lupe y así sucesivamente hasta que a Lorenzo se le dé por machucar el botón OFF. Y así pasa con todos los motores y con todos los astros del ancho urano y con todos los corazones sobre la tierra. Hasta la achira para crecer y dar fruto depende del magnetismo, la fuerza secreta y misteriosa del crecimiento, como dice el maestro Mario Mejía recordando a Callahan.

Sigamos. La tensión entre el motor y el cilindro se aplica por medio de tablones de madera, así la banda que hay entre los dos se tiempla. Ahora sí el aparato está listo para recibir los rizomas de achira en la tolva e inicia la ralladura.

Hoy Lorenzo cultiva la achira, la ralla y no solo vende el almidón sino que también produce sus propios panes y biscochos y aspira a más. Hay mejoras por hacer a la máquina, tanto para la protección del manejador como para la estabilidad de los rizomas dentro de la tolva. Eso irá por el camino.



Hay mejoras por hacer a la máquina. Sobre todo que los rizomas no brinquen fuera de la tolva cuando el cilindro gira y algo de seguridad para el manejador.











Como Lorenzo, todos los inventores del norte del Cauca inventan grandes cosas movidos por la necesidad, una necesidad que nos lleva a pensar soluciones acordes al camino del wët wët fxi´zenxi. Como todos, está dispuesto a compartir su sabiduría a cambio de nada.

También tiene un muy buen cultivo de granadilla. Cuenta que el cultivo dura siete años. Y que hasta saca fruta para otros lados, exporta pues; cada cosecha está produciendo 80 cajas equivalentes a 100 kilos. Se rebusca, el hombre, con mañita, despacio, respetuoso de la tierra.

Hemos dicho antes que esta es la tierra de Francisco Dagua, viejo luchador contra el terraje. Contó una vez Francisco, contando su historia, que los terratenientes humillaban al indígena, que los hacían trabajar días y días y el pago era una chuspa de huesos. Se cansaron de la humillación, de la servidumbre. Se organizaron, recuperaron las tierras que hoy habitan los lomagordeños y lomagordeñas. Bien valió la pena haberlo recordado, mayor Francisco, ahora que hablamos no solo de tierra sino de territorio, no solo de recuperar sino de liberar. ¿Ya que junto con otros y otras nos dejaste el territorio, maestro Francisco, qué hacemos con él? Es que en esta época hay tanto avispado que anda repitiendo la palabra del patrón "ordeñen a la tierra que la tierra da" y no pueden vivir sin el patrón, lo meten hasta en el rancho. Usted no estaría contento con esa versión de los avispados ¿cierto maestro? Mándenos una señalcita.

Terminando el recorrido por este rincón de Abya Yala, rincón recuperado y hoy en peligro como cada rincón del planeta, nosotros fuimos afortunados porque con una buena cantidad de granadillas nos despidió Lorenzo Pechené y así culminamos la vista al invento de la ralladora de achira. Quedó en la memoria la huella de Francisco y en el paladar el sabor de las granadillas.

viernes, 24 de octubre de 2014

Aquí la universidad es el trabajo


En esta ocasión la visita a los inventores de la Primera campaña de inventos para el wët wët fxi´zenxi fue a Efraín Rivera de la vereda El Tablón, municipio de Jambaló. A eso de las 10 de la mañana arribamos a su casa con el equipo de agroecología de Cecidic (centro de educación, capacitación e investigación para el desarrollo integral de la comunidad), en cabeza de Gonzalo Rivera y una estudiante de esta área, el Tejido de Comunicación, en cabeza del compañero Edgar Yatacué, y el equipo de la Campaña de inventos con Arcadio Tróchez y Albeiro Mestizo.



La casa de Efraín está en la parte alta de El Tablón.














Después de la bienvenida del compañero Efraín procedimos a ver el invento: el generador de energía. O los generadores porque tiene uno portátil y otro grande, muy grande. Pero antes vimos la casa con energía eléctrica y preguntamos ¿cuánto pagan de energía? y al compañero le dio risa y dijo:

‒Nada porque yo mismo la inventé. Y no solo yo tengo acceso a energía sino que también las demás casas a mi alrededor.

Nos llevamos la sorpresa de que la energía que tiene Efraín y las 12 casas a su alrededor son producto de su imaginación. Tienen energía propia y disfrutan de nevera, televisión etc.

En su momento, la parte alta de El Tablón no fue electrificada por la empresa electrificadora argumentando una gran distancia para la posteadura y el cableado y la existencia de pocas viviendas. Pero eso a Efraín Rivera no le importó, antes lo impulsó.

Antes de ver el generador de energía portátil nos dirigimos a ver el invento mayor, la planta procesadora de energía, la cual abastece su casa desde una distancia de aproximadamente un kilómetro y medio cuesta arriba (la casa está arriba, la planta abajo).


El Tablón está ubicado entre Barondillo y Quinamayó, en la zona media de Jambaló.













A medida que bajábamos el compañero inventor Efraín nos daba a conocer cómo fue la iniciativa de inventar su propia energía. De repente el cielo se oscureció, el viento soplaba de abajo hacia arriba y se vino el aguacero, pero eso no fue excusa para avanzar ni para que Efraín dejara de exponer su experiencia. En medio del aguacero llegamos al sitio y nos encontramos con grandes máquinas, reguladores de voltaje, estabilizadores, en fin. Ahora la pregunta no era cómo se inventaron esas  maquinas, si se sabía que las máquinas ya estaban inventadas, las preguntas ahora eran:

¿Dónde consiguieron recursos para adquirirlas, si mirábamos que no tenían forma? ¿Quién fue el ingeniero eléctrico que los asesoró para llegar a tal punto?


El agua llega en su último tramo a través de un tubo de dos pulgadas.













Mientras se incrementaba el aguacero, Efraín nos contó que la idea nació en el año 1990 y desde ese tiempo empezaron a recoger recursos con sus seis hermanos. Como se dice, pasaron las verdes y las maduras. Hubo tiempos en que salían a hacer contratos, jornaleaban y todo iba para un mismo fondo, un fondo que apuntaba al sueño de tener su propia energía eléctrica. Nos contó Efraín, mientras se desgranaba el cielo, que él y sus seis hermanos no sabían jugar fútbol pero aprendieron, según ellos. Invitaban a otras veredas a jugar y, claro, no les iba bien en la cancha pero en la noche vendían chicha y bailaban; para alumbrar la pista colgaban linternas hacia abajo en forma de bombillos y con una grabadora de ocho pilas animaban la fiesta. Así se recogía de a 5000 pesitos en ese tiempo. Como esas actividades, hicieron muchas, y otras. El sueño nunca se apagó porque no había nadie quien los desanimara: ese sueño solo lo sabían ellos.

Y así  transcurrieron 8 años. Como se dice, ocho años ahorrando. Después de ese tiempo lograron comprar las primeras máquinas, todas de segunda. Desde allí empezaron a hacer acequias para sacar el agua de la quebrada y un pozo donde se iba a recoger. Y así, paso a paso hasta que lo lograron. En 1999 alcanzaron el sueño. Alumbraron los primeros bombillos.

Hoy Efraín y su familia abastecen 12 viviendas y nos dan a conocer que tienen capacidad para 60 con dos máquinas, la generadora y la reguladora; lo demás es artesanal, como la descolgada del agua, la presión y la instalación. La alcaldía de Jambaló apoyó la compra de la posteadura, el cableado y los trabajadores que los instalaron.

Pero una cosa que quedaba como inquietud era que él hablaba de voltajes, regulación estabilización, vatios, amperios, en fin,  y la pregunta era, ¿en qué universidad estudio? Y él dijo: “no señor, aquí la universidad es el trabajo” y “de la necesidad porque mi grado de estudio fue hasta segundo de primaria, el estudio no es necesario para inventar, lo que sí es necesario es la paciencia, con paciencia se logra todo”. Fueron las palabras del inventor Efraín Rivera. El asesor, el ingeniero ha sido él mismo.


La planta tiene capacidad para dar energía eléctrica a 60 viviendas. Hoy hay 12 conectadas.




Con base en eso, Efraín sigue con su sueño de contribuir al wët wët fxi´zenxi e inventa su generador de energía portátil con materiales reciclables, que fue con lo que se inscribió en la Campaña.

Consiste en un tarro plástico de aceite de motor al que en su boquilla le adapta una manguera asegurada con cauchos de neumático; por dentro van unas  bobinas de grabadora, una ruedita con aspas donde pega el agua, una banda de caucho que transmite la rotación a la bobina y dos cables pequeños que salen, los cuales son los que conducen la energía. Así de sencillo. Un generador que puedes llevar a cualquier parte, especialmente a la finca donde lo único que haces es conectar la manguera con agua y unir los cables  que salen del portátil al radio, a la linterna, a un bombillo...


Generador portátil elaborado por Efraín. Solo hay que conectar una manguera, donde la haya, y así se evita el uso de velas o mecheros. El agua puede seguir su curso o recogerse para otros fines.









A medida que el aguacero mermaba iba finalizando la exposición de la experiencia de la familia Rivera. Un poco mojados, pero la experiencia transmitida está por encima de todas las dificultades que se presenten.

Gonzalo Rivera, del Cecidic, le contó que allí en ese centro necesitan resolver el problema eléctrico que viene de tiempo atrás. Por la mitad del Cecidic pasa el río San Francisco, de buen caudal. A varios ingenieros les han consultado que si con esas aguas pueden tener un sistema eléctrico autónomo y la respuesta ha sido la misma: “imposible”. Efraín escuchó en silencio, con atención científica y al final dijo:

‒Tranquilos, yo los asesoro.



"La universidad es el trabajo", dice Efraín.

La alcaldía de Jambaló apoyó el proyecto suministrando postes y cables y pagando los trabajadores que hicieron la instalación.