sábado, 15 de noviembre de 2014

La ralladora de achira


Fue un sábado de septiembre de 2014 que visitamos el invento de Lorenzo Pechené, la ralladora de achira. Su casa está ubicada en Loma Gorda, municipio y resguardo de Jámbalo, tierra del viejo maestro Francisco Dagua, quien ya recorre otras dimensiones del territorio. Aún así sigue siendo el territorio. Y sigue siendo Francisco. Dagua.


Lorenzo en su casa con su invento. Pura pinta de jambalueño, ¿cierto?

La achira es una planta de origen suramericano con rizomas que se usan para producir almidón. La palabra achira, dice la Wiki, viene de la palabra quechua "achuy" que signfica estornudo y por eso hace referencia a lo que hay entre la boca, lo que sale de la boca: el cuento, el relato, la historia, la transmisión oral del saber. Así lo hizo Lorenzo, nos transmitió su palabra oral, que ahora la contamos en forma de garabatos conservando lo oral, o tratando.

A eso  de las 9.30 de la mañana arribamos a Loma Gorda, al kilometro 8, según nos indicó Lorenzo, con el acompañamiento de la guardia indígena del resguardo de Huellas y el equipo de la Campaña de inventos.  Así  ubicamos la casa. Lorenzo Pechené no se encontraba pero nos invitaron a pasar y lo esperamos. A los 20 minutos llego el señor Lorenzo, nos dio la bienvenida y pues le contamos el motivo de la visita y así procedimos a ver el invento de la ralladora de achira.

Nos desplazamos de su casa como unos 100 metros hacia arriba y llegamos a su invento: una ralladora de achira empotrada en el piso, en un alto con una bella vista de Loma Gorda. La ralladora parece una despulpadora, su tolva es totalmente de madera y lo que hace girar el sistema es un motor de un caballo de fuerza comprado en el comercio. Pero lo que muele o ralla es un cilindro metálico de lámina, que él mismo había perforado con un taladro para hacer la superficie cortante o rallante.

Al principio Lorenzo vendía la achira entera. Pero el comercio la quería rallada y lista para su procesamiento para hacer panes, pasteles, bizcochuelos etc. Lorenzo se las ingenió para solucionar este problema, un problema que derrotó a los demás productores de achira pero menos a Lorenzo.

En medio de esta situación, quebraba cabeza Lorenzo día y noche en todas partes, hasta en la cocina. Un día se le iluminó la mente al ver cómo su esposa rallaba la zanahoria, la cebolla y el tomate, y dijo “voy a hacer lo mismo” y así fue. Hizo una ralladora plana y rallaba a mano. Pero no le funciono porque se cortaba las manos y además no rendía y salía muy cansado.  Fue así como pensamiento tras pensamiento le surgió la idea de inventar la ralladora de achira, no plana como la de la cocina, sino con un cilindro que diera vueltas jalado por un motor.



El motor es de un jiba de fuerza. 
Teecx jiba cxacxa
Un caballo de fuerza
One horse power.













Una vez que se machuca el botón ON el motor inicia las maromas sobre su eje. El magnetismo es una cosa jodida, la fuerza secreta de los motores y de los astros del Universo. Cuatro bobinas, digamos Lupe, Mary, Ruca y Rosa, dentro de una carcaza jalan un enamoradizo rotor que gira sobre su propio eje dentro de ella. Por las ganas de llegar a Lupe inicia una carrera en redondo; cuando llega donde Lupe ya Mary lo espera con una sonrisa, se lanza en carrera hacia Mary y al llegar a su lado ve en la próxima curva a Ruca con toda la muela pelada; no ha llegado a su presencia cuando nota que Rosa le hace señas con las cejas y sigue su camino hasta retornar donde Lupe y así sucesivamente hasta que a Lorenzo se le dé por machucar el botón OFF. Y así pasa con todos los motores y con todos los astros del ancho urano y con todos los corazones sobre la tierra. Hasta la achira para crecer y dar fruto depende del magnetismo, la fuerza secreta y misteriosa del crecimiento, como dice el maestro Mario Mejía recordando a Callahan.

Sigamos. La tensión entre el motor y el cilindro se aplica por medio de tablones de madera, así la banda que hay entre los dos se tiempla. Ahora sí el aparato está listo para recibir los rizomas de achira en la tolva e inicia la ralladura.

Hoy Lorenzo cultiva la achira, la ralla y no solo vende el almidón sino que también produce sus propios panes y biscochos y aspira a más. Hay mejoras por hacer a la máquina, tanto para la protección del manejador como para la estabilidad de los rizomas dentro de la tolva. Eso irá por el camino.



Hay mejoras por hacer a la máquina. Sobre todo que los rizomas no brinquen fuera de la tolva cuando el cilindro gira y algo de seguridad para el manejador.











Como Lorenzo, todos los inventores del norte del Cauca inventan grandes cosas movidos por la necesidad, una necesidad que nos lleva a pensar soluciones acordes al camino del wët wët fxi´zenxi. Como todos, está dispuesto a compartir su sabiduría a cambio de nada.

También tiene un muy buen cultivo de granadilla. Cuenta que el cultivo dura siete años. Y que hasta saca fruta para otros lados, exporta pues; cada cosecha está produciendo 80 cajas equivalentes a 100 kilos. Se rebusca, el hombre, con mañita, despacio, respetuoso de la tierra.

Hemos dicho antes que esta es la tierra de Francisco Dagua, viejo luchador contra el terraje. Contó una vez Francisco, contando su historia, que los terratenientes humillaban al indígena, que los hacían trabajar días y días y el pago era una chuspa de huesos. Se cansaron de la humillación, de la servidumbre. Se organizaron, recuperaron las tierras que hoy habitan los lomagordeños y lomagordeñas. Bien valió la pena haberlo recordado, mayor Francisco, ahora que hablamos no solo de tierra sino de territorio, no solo de recuperar sino de liberar. ¿Ya que junto con otros y otras nos dejaste el territorio, maestro Francisco, qué hacemos con él? Es que en esta época hay tanto avispado que anda repitiendo la palabra del patrón "ordeñen a la tierra que la tierra da" y no pueden vivir sin el patrón, lo meten hasta en el rancho. Usted no estaría contento con esa versión de los avispados ¿cierto maestro? Mándenos una señalcita.

Terminando el recorrido por este rincón de Abya Yala, rincón recuperado y hoy en peligro como cada rincón del planeta, nosotros fuimos afortunados porque con una buena cantidad de granadillas nos despidió Lorenzo Pechené y así culminamos la vista al invento de la ralladora de achira. Quedó en la memoria la huella de Francisco y en el paladar el sabor de las granadillas.